Domingo
34 TO
Acabamos el ciclo litúrgico con esta
solemnidad de Cristo Rey. Es hermosa la imagen de Jesucristo, como aquel que
ordena toda la creación entorno a él, y desde él alcanza la plenitud, pero en
el evangelio de este ciclo aparecen tres grupos de personas: quienes afirman
que es rey, quienes lo niegan, y quienes como Pilato, permanecen en la duda
sobre el reinado de Jesucristo. La
pregunta de Pilato recuerda a otra pregunta que Jesús formula a los
discípulos, aquella de “¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Quién decís vosotros
que soy yo?”. Esta vez es al contrario, no es Jesús quien pide esclarecer
la imagen que la gente tiene de él, sino estos grupos quienes le piden que
confirme o niegue la imagen que en él se reconoce. Jesús, como es habitual da una respuesta que es un sí pero no, y
todo lo contrario, y no ofrece la
seguridad material, estrecha, pequeña que busca quién pregunta, sino que la
sobrepasa, exigiendo una confianza personal en él, en su testimonio.
Jesús tiene un reino, pero no es de este
mundo, va más allá, mucho más allá (si el reino de Jesús fuese de este mundo
habría tantos aspectos de nuestras vidas que quedarían vacíos y faltos de redención…). Es curioso pero por
afirmación o rechazo esta imagen de Jesús como rey no es discutida. Todos
afirman que Jesús cabe en ella, y de ahí el temor o la excesiva confianza que suscita.
En cualquier caso Jesús nos cuenta
cómo es rey, y lo es siendo testigo de la verdad, por eso no
es como los reyes de este mundo, que tiranizan, sino como el que sirve y así es
el primero, se pone a la cabeza de todos. Para poder esclarecer cómo Jesús es
rey, es necesario también participar de la búsqueda sincera, auténtica,
completa, gratuita de la verdad, y no acercarnos a ella de forma parcial o
interesada, y encontrar que la verdad es una persona que nos invita a compartir
la vida con él, pero la vida eterna.
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