Hoy empezamos un tiempo nuevo, no solo porque cambiamos de
tiempo ciclo litúrgico, sino porque el significado profundo de este tiempo de
Adviento, es precisamente ese: Dios viene a renovar nuestro tiempo y nuestra
historia, y para ello nos da una actitud (virtud) que debe arraigar en nuestra
vida: la esperanza.
El Evangelio de este domingo nos trae una recomendación:
estad vigilantes. El Adviento como tiempo de esperanza requiere de nosotros que
estemos atentos a la realidad que nos rodea, para descubrir en ella no solo los
límites y condicionamientos que nos impone, sino especialmente sus
posibilidades, su capacidad de acoger el proyecto de Dios y realizarlo en
plenitud con ayuda de la gracia. Con esta petición el Señor nos pide que
sepamos discernir los tiempos y sobre todo su presencia cercana a nuestra
historia. El adviento es un tiempo
nuevo, en el que somos renovados porque Dios vuelve a poner ante nuestra mirada
la meta que ha soñado para nosotros: participar de su misma vida.
La esperanza que nos pide Dios en este tiempo, no es una
actitud pasiva en la que simplemente dejamos pasar el tiempo hasta que el Reino
de Dios tome consistencia en la historia. Al contrario, la esperanza cristiana,
la teologal, es la esperanza que nos hace descubrir que todo tiempo, como don
de Dios, es sagrado, y que por ello con nuestra pequeña aportación podemos ir
contribuyendo a que el Reino de Dios vaya adquiriendo solidez (el Señor antes
de pedirnos que estemos vigilantes, deja trabajo a sus siervos). Así es como el
tiempo puede ser renovado plenamente: porque Cristo se convierte en la medida
del Tiempo y el Evangelio como proyecto se hace posible en la historia. El tiempo
deja de ser una sucesión de horas y días para convertirse en una historia de
salvación y redención en la que todo vuelve a ser bueno.
Feliz comienzo de año litúrgico. Buen camino hacia Belén.
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