jueves, 15 de noviembre de 2012

Un atisbo de eternidad



Con el final del año litúrgico aparecen estas imágenes en el Evangelio, que pueden resultar inquietantes, pero que miradas desde la fe y la confianza en Dios no tienen por qué suscitar esos sentimientos en nosotros. Realmente se nos anuncia un nuevo orden para la realidad, un orden en el que somos reunidos para la comunión y bajo la mirada poderosa (creadora, misericordiosa) de Dios. Y ¿acaso no es algo deseable para quien confía su vida y su corazón a Dios? Sin duda alguna sí.

Pero no se trata de una espera(nza) pasiva, en la  que simplemente llega este momento y nos dejamos transformar por Dios. El Señor también nos pide que tengamos un papel activo, una tarea de discernimiento, de los signos de los tiempos que nos indican que esa nueva creación está ya próxima. La fe alimenta una sed de eternidad que se va concretando poco a poco en la vida de fe, pero que necesitamos experimentar de forma definitiva. Mientras esta comunión definitiva se produce, El Señor también nos da una pista más sobre como empezar a vivirla: un atisbo de eternidad los encontramos en esa palabra que no pasa. La sed de eternidad se sacia si nos alimentamos cada día de su palabra, que realmente es un sustento sólido, fiable, eterno, para la vida cristiana.


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